Quiero ser perfecta. Perfecta para Erick, el chico de mis
sueños, nunca se ha fijado en mi porque soy bajita, un poco gordita y con
pecas, y a él le gustan las delgadas y con cara de ángel.
Me miro al espejo y me miro, repugnada. Me doy asco. Cojo
un trozo de espejo que rompí hace unos años y, que, por casualidad, descubrí
que dentro tenía un alma encadenada que concedía tres deseos. Sólo me que daba
1.
Lo cojo con cuidado de no cortarme y lo aplasto
fuertemente contra la palma de mi mano izquierda, haciendo una pequeña raja,
que no tarda en sangrar. Pongo el espejo y dejo que la sangre goteé sobre el,
una, dos y tres veces.
Del espejo comienza a emanar un humo casi transparente
con un tono azulado. La piel se me enfría y echo vaho por la boca.
Delante de mi está el alma atrapada en el espejo, una
mujer de mediana edad, muy bella, pero con la ropa rajada por todas partes,
supongo que fue asesinada, pues también tiene heridas de cuchillo allí donde no
hay ropa.
La miro muy fijamente y sin esperar un segundo lo digo:
-Quiero ser perfecta.
El espíritu inclina un poco la cabeza y noto un
cosquilleo por el cuerpo. Mañana el deseo debe de estar cumplido, pero el espíritu
no desaparecerá hasta que lo llame de nuevo y le diga que estoy de acuerdo con
el deseo, así que rápidamente me meto en la cama. Me muero de ganas por ver mi
nuevo cuerpo.
Cuando despierto, voy directa al baño a verme, pero
cuando me veo en el espejo, lo único que puedo hacer es llorar. No ha cambiado
nada, sigo igual que siempre.
La habitación se empieza a enfriar y el espíritu de la
mujer sale sin que yo le llame.
-¡No has cumplido mi deseo!
El espíritu separa los labios muy lentamente, e
intentando acariciarme me dice con voz serena:
-Si, se ha cumplido, pues tu eres perfecta, tal y como
eres.
Sus palabras entran directas a mi corazón y segundo después
el espíritu desaparece. Para siempre.
Ahora lo entiendo, no tengo que cambiar, soy perfecta de
la manera que soy, y me querrán como soy sin que tenga que cambiar nada. Mi
vida va a cambiar…a mejor.